Publish or perish
A día de hoy, no hay espacio para la salud mental en la academia. En muchos ambientes es considerado una señal de “debilidad” el hecho de necesitar ayuda en este sentido. Como si lo “normal” fuese soportar ciertas condiciones laborales en la vida investigadora ya que “el sistema funciona así” y la alternativa sería quedarse atrás o salirse del “juego”. Es muy sencillo: o aceptas, o te apartas. Pero ¿cuáles son estas condiciones laborales? ¿es el único modo de hacer ciencia? ¿realmente la productividad se ve aumentada con estas prácticas?
Fallo del sistema “publish or perish”
Si no publicas más que tus compañeros, estás fuera de la carrera investigadora. Esta frase lapidaria (“publica o perece”), resume muy bien la base del problema: publicar por encima de lo que sea, incluso por encima de la salud de los científicos y de la esencia de la ética científica: la veracidad y la precisión. Esto nos lleva a dos cosas: a la crisis de la replicación de artículos y a una paupérrima salud mental de los investigadores.
La ciencia es la herramienta básica para la evolución de la sociedad, ya que sirve para aumentar el conocimiento acerca de cómo funcionan las cosas y así hacer avanzar la tecnología, mejorar la salud, solucionar problemas… ese es el objetivo primordial. El hecho de que ahora el objetivo en la ciencia sea publicar como sea, produce unos sesgos que conllevan una pérdida de tiempo y dinero que cada vez va a más.
Pongamos un ejemplo práctico: Quieres usar la concentración de un compuesto que servía para X cosa en el artículo Y. Lo compras, preparas el experimento y no sale. No sale lo esperado, lo publicado. ¿A cuántas personas más en el mundo le habrá pasado lo mismo? ¿Te imaginas el impacto que tiene esto cuando se usan estos estudios en estudios clínicos? ¿Desde cuándo valorar más la cantidad que la calidad, sirve para innovar? Esto me recuerda a la carrera que organiza el dodo en “Alicia en el País de las Maravillas” en donde todos están corriendo en círculo, con mucha prisa, en un periplo hacia ninguna parte.
Esta presión por publicar, lleva a una competición extrema que provoca el caer en ciertas malas praxis destinadas a que las hipótesis se validen o los resultados sean estadísticamente significativos. Una de las razones de que suceda esto es debido a que los resultados positivos son más citables que los negativos, y por tanto se produce un claro sesgo hacia los mismos, incentivando malas prácticas científicas. Cuanto más se cite un artículo o una revista, mayor es su índice de impacto, aumentando así su nivel de competitividad.
A parte del maquillaje y omisión de datos negativos, también hay casos de falseamiento de datos, autoplagio, plagio , presentación de trabajos de estudiantes como si fueran propios, no hay un consenso en el uso de la estadística y hay cierto problema con poder comprobar solamente con el artículo escrito en mano, que todos los datos que están en él, son realmente ciertos. Falsificar, fabricar o modificar datos se ha convertido en una actividad normalizada en la mentalidad de muchos científicos, entendiendo que si no se suman “al juego”, les sería harto difícil conseguir financiación altamente competitiva para sus proyectos.
A parte de todo esto, hay que tener en cuenta también los errores humanos no intencionados. ¿Sorprende, pues, que los resultados de un estudio den una estimación de la tasa de irreproducibilidad que va del 75% al 90%?. A pesar de ser irreproducibles, muchos de estos artículos han sido citados cientos de veces. Estos porcentajes señalan artículos que han sido detectados como no reproducibles, pero ¿qué pasa con los que todavía no se han detectado? ¿y qué pasa también con las publicaciones que sí son veraces, pero que no son realmente útiles?
¿Quién revisa a los revisores? Excelencia científica
El término “excelencia” a nivel científico se refiere a “ciencia de la mejor calidad hecha por los mejores científicos”. Este concepto
también azuza a la competitividad exacerbada, lo cual es un obstáculo, más que un impulso, para la actividad científica: ¿Son realmente “excelentes” los centros, programas o artículos que se identifican con esta palabra? ¿O sería más acertada esta definición?: “ciencia especializada en embellecer resultados convenientemente”? Esta presión por la excelencia lleva a unos resultados científicos poco fiables, poco precisos y poco éticos.
Al estar enmarcado dentro de la “excelencia”, mayor es el merecimiento de premio: la tan escasa financiación de proyectos
científicos que depende mayormente de organismos públicos. Al focalizar la meta de la investigación científica en una recompensa,
se pierde la motivación primigenia de la misma con graves consecuencias. Se ha demostrado que existe un sesgo positivo referido a
la consecución de financiación, hacia científicos mejor conectados socialmente, aunque menos citados, que hacia aquellos con más citas. En cuanto a éstas, se ha mostrado que es un proceso más vinculado al azar de lo que podríamos pensar, en donde dos artículos del mismo nivel obtienen un número muy diferente de citas. Además los trabajos más novedosos tienden a ser infravalorados comparado con las investigaciones más convencionales. A todo esto, se suma el hecho de que no hay un consenso universal acerca de las características para determinar la tan alabada “excelencia”
¿Quién revisa a los revisores?
Se han llevado a cabo varios estudios en donde se demuestra que los revisores no son tan eficientes como cabría
esperar, en cuanto a reconocer esta “excelencia”. En uno de ellos, se enviaron artículos ya publicados previamente (cambiados mínimamente) a las mismas revistas que los habían aceptado y se vio que el 8% fue detectado y el 90% fue rechazado por las mismas revistas en donde ya estaban publicados. El hecho de que haya tal cantidad de “falsos negativos”, es un sumidero de esfuerzo, tiempo y dinero y una pérdida de oportunidad de demostrar la prioridad en cuanto al descubrimiento,
citas e influencia en general. Del mismo modo, hablando de “falsos positivos” la mayoría de los artículos rechazados en los primeros años de este siglo, han sido admitidos al segundo intento en una revista de prestigio similar.
Al hilo de lo anterior no es de extrañar que se hayan puesto en entredicho las bases existentes para decidir si un artículo es válido o no, ya que no es algo que esté públicamente definido. El sistema actual también carga con el peso de la homofilia, dándosele más valor a trabajos que tienen alguna similitud con trabajos anteriores. ¿Están los revisores exentos de “conflictos de interés”? ¿Existe realmente una revisión por pares ciega?
Nepotismo ilustrado
Es una práctica muy extendida y por ello, el campo científico no iba a ser menos. En este estudio podemos ver que hay una preferencia por los miembros del comité editorial de una revista (que a su vez están en posición de influir en la aceptación o rechazo de los artículos), comprometiendo el proceso de revisión por pares y por lo tanto, la fiabilidad de ese investigación.
Tanto la endogamia como el nepotismo en la ciencia, son sustentados por un sistema meritocrático fácilmente manipulable, problema por el cual cada vez se alzan más voces. Existe también una endogamia sin relación de parentesco enfocada a inflar los curriculums de unas personas (o de sí mismos) en detrimento de otras, para asegurar su puesto en el departamento: poniéndolos en los primeros puestos de los artículos sin merecérselo, regalándole datos de otras personas, artículos enteros, codirecciones de tesis… inflando las calificaciones de las tesis para seguir cumpliendo “la excelencia”, o las plazas amañadas que se diseñan a medida para los que ya están dentro.
Este tipo de prácticas vienen de lejos y por ello no es de extrañar que ya en 1968 el sociólogo Robert Merton acuñase el término “efecto Mateo” en la ciencia: los autores ya conocidos, tienden a recibir un trato más favorable a la hora de publicar, que aquéllos jóvenes o recién llegados a la disciplina. Este efecto se extrapola tanto a los datos empíricos, como al financiamiento científico como al índice de impacto, llevando a la propensión hacia la desigualdad de oportunidades, siendo un obstáculo para la innovación, formando un sesgo en la evaluación de la calidad científica y un fomento de la desigualdad académica.
Lo que es más difícil de demostrar… el abuso de poder
Desde la impunidad absoluta, un Investigador Principal puede elegir a su conveniencia la posición de los doctorandos en los artículos, incluso poniéndose ellos de primera autoría; pueden tardar más de lo razonable en corregir una tesis impidiendo así el poder avanzar profesionalmente; cambiar el tema de la tesis y hacer que se reescriba entera varias veces; tomar represalias si decides casarte, o tener hijos ya que eso supone una baja temporal (que de todos modos no es pagada por la mayoría de las financiaciones) o incluso si decides irte de estancia; ignorar reiteradamente a sus doctorandos de modo que se encuentran solos ante la tesis, los experimentos…; acosarte, o hacer comentarios inapropiados; tratarte diferente dependiendo tu género, etc. El sexismo en la ciencia no es algo nuevo y tristemente sigue presente. Por si fuera poco, también existe un sesgo hacia etnias, centros académicos no tradicionales y otros grupos desfavorecidos.
Otra práctica reprobable es tener a gente trabajando de manera gratuíta o bien esperando por la resolución de una beca (que puede tardar más de un año), o bien porque el planteamiento ya ha sido desde el principio la gratuicidad de las horas de vida de una persona en beneficio de otra
Inevitablemente, si te has dedicado o te dedicas a la ciencia, has oído, has conocido o incluso has vivido de primera mano alguna de estas “técnicas”. En esta sección he hecho solo una recopilación de algunas de ellas, pero estoy segura de que hay más. Por ello y porque es necesario tomar conciencia de los problemas en la ciencia, te insto a escribirme y contarme tu caso, para poder añadirlo a esta sección de manera completamente anónima.
No cabe duda de que el sistema está corrompido desde la base y que la consecuencia de este fallo sistémico, son los estragos en la salud mental de los investigadores