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¿Quién decide por ti?

Somos un saco lleno en su mayor parte de hábitos, automatismos, y programas inconscientes. Para ilustrarlo, tenemos el ejemplo de Eugene, un hombre con daño cerebral severo, que había perdido la capacidad de formar recuerdos nuevos en su mente consciente: no podía explicar dónde vivía ni dibujar un mapa de su vecindario. Sin embargo, su mente inconsciente seguía intacta. Cada vez que salía a caminar, su cuerpo lo guiaba automáticamente de regreso a casa sin que él supiera cómo. Esto muestra que los hábitos se graban en la parte inconsciente de la mente, en circuitos profundos, y permanecen incluso cuando la memoria consciente falla.

La libertad pasa por una toma consciente de las decisiones. Un estudio ha mostrado que las decisiones que vamos a tomar, se pueden predecir en un 60%. Esto sucede porque el inconsciente ya se ha encargado de tomar esa decisión al menos 4 segundos antes de que te des cuenta. De todos modos, muchos autores afirman que ese porcentaje es mucho mayor: entre el 90 y el 95%.

La mente lógica, consciente o racional es la parte de la mente que analiza, razona y planifica, eligiendo dónde poner el foco de atención; y la mente inconsciente es la parte que procesa información sin que la percibamos conscientemente, es decir, de manera automática. El inconsciente es eficiente, pero no es inteligente. Ahí radica el problema de dejar nuestras decisiones en sus manos.

Es donde se guardan nuestras experiencias, patrones de pensamientos, hábitos y emociones. Es eficiente porque maneja una cantidad de datos inmensa, que no somos capaces de procesar a la vez en el consciente. Nos ahorra tiempo y esfuerzo, nos permite tomar decisiones rápidas y está vinculado a nuestra evolución y supervivencia. Imagínate tener que pensar en todos los pasos necesarios que hay que hacer para lavarse los dientes, o para caminar… ¡sería eteeerrno! Del mismo modo, si aparece un rinoceronte furioso y te pones a pensar en qué hacer, probablemente ya te haya embestido para cuando tomes una decisión. En milisegundos la emoción del miedo o de la rabia se activan y producen una respuesta dirigida a la supervivencia.

Como decía mi profesor de batería, la mano de un niño puede acariciar a un michi, pero también puede aplastar a una oruga. Todo depende de cómo lo uses: una mente a la deriva del inconsciente suele acabar en terreno pantanoso. En nuestros primeros años de vida se forjan ciertos patrones mentales para poder entender el mundo y para sobrevivir (básicamente, para evitar que nuestros cuidadores no nos quieran, no nos abandonen o rechacen, y así evitar la muerte). Establecemos esos patrones de la mejor manera que sabemos siendo niños. La cuestión es traerlos al consciente cuando somos mayores, para poder desprogramar aquellos patrones disfuncionales que seguimos repitiendo una y otra vez:

“Debo complacer a los demás poniéndolos por encima de mis necesidades para que me quieran, si no hago esto me siento culpable”

“Nunca es suficiente lo que hago, debo hacer más, estudiar más para demostrarles que valgo”

“Busco evitar el conflicto, no sé poner límites y reprimo y acumulo las emociones”

“Pienso que todo lo que me pasa es debido a causas externas, yo no tengo a penas responsabilidad en lo que me sucede. El mundo está en mi contra”

 “Tengo miedo de equivocarme, por eso nunca arriesgo, y así pierdo oportunidades importantes.”

 “Necesito controlar todo y a todos a mi alrededor para sentirme seguro, si no, me siento ansioso o inseguro.”

“Si muestro mis emociones, los demás me rechazarán; debo ocultarlas para ser aceptado.”

“Todo lo bueno que me pasa es suerte, y cualquier fracaso es mi culpa; nunca reconozco mis logros.”

 “No merezco descansar o cuidarme; siempre debo priorizar trabajo o responsabilidades sobre mí mismo.”

“Debo agradar siempre a todos y evitar decepcionar a alguien, aunque eso me haga daño a mí.”

 “Si no hago todo perfecto, soy un fracaso y los demás me juzgarán.”

“No puedo confiar en nadie, todos tarde o temprano me fallarán, así que debo estar solo o ser muy precavido.”

“Siempre tengo que anticiparme al futuro y preocuparme por todo, si no lo hago, algo malo pasará.”

¿Te resuena alguno? ¿Hay algún otro que detectes? Me encantaría leerte

Si quieres investigarte para tomar el control de tus propias decisiones, haz click aquí.

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Si te interesa investigar sobre el tema…

·  Duhigg, C. (2012). The Power of Habit: Why We Do What We Do in Life and Business. Random House.

·  Kahneman, D. (2011). Thinking, Fast and Slow. Farrar, Straus and Giroux.

·  Bargh, J. A. (2017). Before You Know It: The Unconscious Reasons We Do What We Do. Simon & Schuster.

·  Goleman, D. (1995). Emotional Intelligence. Bantam Books.

·  LeDoux, J. (1996). The Emotional Brain: The Mysterious Underpinnings of Emotional Life. Simon & Schuster.

·  Schacter, D. L. (2001). The Seven Sins of Memory: How the Mind Forgets and Remembers. Houghton Mifflin Harcourt.

·  Dijksterhuis, A. (2004). Think Different: The Merits of Unconscious Thought in Preference Development and Decision Making. Journal of Personality and Social Psychology, 87(5), 586–598.

1 comentario en «¿Quién decide por ti?»

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